Iconos 03·12·2020
Marte: para entrar a vivir lifestyle
Ahora que el turismo espacial parece cada vez más factible, colonizar Marte ya no suena tanto a ciencia ficción. Con su ambicioso proyecto artístico, multidisciplinar y colaborativo, las británicas Ella Good y Nicki Kent, indagan sobre cómo sería un hogar humano en el planeta rojo –y cuestionan cómo vivimos en el nuestro–.
Aunque a priori pueda parecer que la ciencia y el arte son dos disciplinas distantes, Ella Good y Nicki Kent siempre han creído todo lo contrario. Estas dos jóvenes artistas británicas afincadas en Bristol tratan de canalizar sus inquietudes creativas estableciendo vínculos entre diferentes comunidades, desde científicos hasta jubilados, literatos o adolescentes. Un crisol multidisciplinar con el que construyen un discurso que habla de la sociedad actual desde una perspectiva de 360 grados y que es la base de un ambicioso proyecto que iniciaron en 2014 con el nombre Una década con Marte y que gira en torno a la posibilidad real de la vida humana en el planeta rojo.
“Nuestro trabajo trata de crear un punto de encuentro de ámbito social, entre científicos y artistas, donde puedan darse todo tipo de diálogos”, aseguran.
Así, seis años después de haber arrancado el proyecto y con la futura apertura de una auténtica casa marciana en el museo M Shed de Bristol en 2022, resultado del trabajo común entre astronautas, arquitectos y artistas, Ella y Nicki explican cómo su discurso no es el guion de una película de ciencia ficción sino un análisis del impacto medioambiental de la humanidad y la necesidad de revisar nuestro modo de vivir para perpetuarnos como sociedad.
P: La idea para poner en marcha A Decade With Mars en 2014 surgió cuando escuchasteis en la radio del coche que se había abierto una solicitud pública para quien quisiera ser el primero en viajar a Marte. ¿Cómo se convirtió eso en un proyecto de una década de duración?
R: Cuando oímos hablar sobre el proyecto Mars One, el planteamiento era que cualquier persona del mundo pudiera apuntarse para ser la primera en pisar Marte. La misión estaba programada para 2024, diez años a partir de aquel momento. Parecía ciencia ficción pensar en que un ser humano pudiera pisar Marte y fue algo que nos hizo recapacitar mucho. Comenzamos con una idea muy sencilla de reunir a unas pocas personas que contestaron a nuestro anuncio. La intención era solo crear algo a partir de aquel encuentro, pero después de conocer a seis aspirantes a astronauta y pasar tiempo con ellos, hablar de la vida, de Marte y del futuro, y de hacernos amigos suyos, sentimos que el tema era mucho más grande y que no podíamos condensarlo en un solo proyecto. Básicamente en cuanto empezamos a hablar de mudarnos a Marte surgió una conversación sobre la vida en general, de cómo funcionaría una nueva sociedad allí, si haría falta dinero, así como por qué querríamos abandonar la Tierra. Por eso decidimos seguir la misma planificación temporal que la misión Mars One y poner en marcha una serie de presentaciones artísticas durante diez años. Nuestro objetivo era documentar si los humanos estamos cerca de poder enviar a una persona a Marte, y separar esos temas más generales en proyectos independientes.
P: Construir una casa marciana es uno de los trabajos de las series, que hasta ahora han incluido el lanzamiento de globos aerostáticos para grabar la superficie terrestre a 30 mil metros de altura, un corto de ciencia ficción sobre la vida en Marte y replicar la ceremonia de plantar árboles que los astronautas llevan históricamente a cabo antes de viajar. ¿Explorar cómo sería nuestra vida en Marte es una forma de cuestionar cómo vivimos en la Tierra?
R: Si, exactamente. Plantearnos mudarnos a Marte y las restricciones que eso conllevaría nos dio una visión muy clara de cómo es nuestra vida ahora mismo aquí. En Marte tendríamos que vivir con recursos limitados, cualquier cosa tardaría siete meses en llegar desde la Tierra. Una pequeña comunidad tendría que ser autosuficiente y cooperativa. Conocer esas limitaciones hizo que lo que eligiéramos llevar con nosotros fuera muy importante. Eso suscita una conversación más importante sobre la sostenibilidad, sobre si no podemos sustituir las cosas con tanta facilidad y si habrá que crear una cultura de la reutilización y la restauración, focalizada de una forma completamente diferente a la que tenemos ahora. Dejar la Tierra cambia nuestras perspectivas y nos permite mirar atrás y considerar lo que tenemos.
P: ¿Cómo ha cambiado vuestro trabajo en este proyecto la forma en la que os enfrentáis a la vida aquí en la Tierra?
R: Personalmente, me ha hecho ver la importancia del hogar. En 2018 realizamos unos talleres en los que preguntamos a la gente cómo diseñarían su casa en Marte. Aún recuerdo muchas de esas conversaciones, en las que se habló de celebrar dónde estamos ahora, ya que no podemos recrear la Tierra en Marte, por pura salud mental. Parece algo muy sencillo, pero se nos puede olvidar con mucha facilidad.
P: ¿Abordáis este proyecto desde una perspectiva artística y social o podéis visualizar esta casa realmente construyéndose en Marte en algún momento?
R: Somos artistas así que el enfoque artístico es el eje esencial de este proyecto. Queríamos explorar todas las cuestiones que podría suscitar crear una comunidad en Marte, pero también explorar las tecnologías ya que forma parte de nuestra vida. El proyecto va más allá del diseño puramente conceptual para construirlo en la Tierra, lo que nos parece mucho más interesante, emocionante y real para la gente. Aporta un enfoque más tangible para imaginar cómo queremos vivir en el futuro. Pero no, no se va a construir en Marte en un futuro próximo -nadie lo está haciendo aún-.
P: Hace unos días la NASA junto con SpaceX anunciaron que abrían la puerta a los vuelos comerciales en el espacio. ¿Ha cambiado esta noticia las perspectivas de vuestro proyecto?
R: Constantemente se publican noticias sobre el espacio, nos cuesta mucho estar al tanto de todas. Realmente eso no afecta a nuestro trabajo, pero es una buena señal que haya un interés público en los viajes espaciales en general.
P: Para desarrollar el proyecto os asociasteis con Hugh Broughton Architects, expertos mundiales en arquitectura extrema, responsables entre otros de la base española Juan Carlos I en la Antártida o el Hospital Camogli en la isla Tristan da Cunha, en el Atlántico Sur, la isla habitada más remota del mundo. ¿Por qué quisisteis hacerlo tan riguroso y factible desde un punto de vista técnico, trabajando con ingenieros, arquitectos y científicos?
R: Es muy importante que el resultado del trabajo sea lo más realista posible. Lo que inicia una conversación con el público son los parámetros de la vida en Marte. Si solo diseñáramos sin ninguna restricción, sería imposible hacer nada. El realismo es lo más emocionante de todo esto. Trabajamos con científicos, arquitectos e ingenieros fascinantes y colaborar con el estudio de Hugh Brougton ha hecho que la conversación se enriquezca con su experiencia.

P: Al no tener formación como científicas, ingenieras o arquitectas, ¿cómo ha sido trabajar en la Casa marciana desde un punto de vista artístico?
R: Ha sido muy emocionante crear un proyecto multidisciplinar, con especialistas de campos tan diversos y diferentes al nuestro. Normalmente no estaríamos en una reunión discutiendo sobre ingeniería estructural, por poner un ejemplo, pero ahora sí, y eso supone una oportunidad única para ver cómo funcionan otros profesionales y también de cómo el arte puede integrarse en otras disciplinas.
P: Según los parámetros del programa, los elegidos no volverían a la Tierra nunca. ¿Qué echaríais más de menos si no pudierais volver a la Tierra?
R: El cielo azul y estar al aire libre.
P: El proyecto también tiene un enfoque psicológico ya que el concepto de la casa, por ejemplo, gira en torno a la idea de cómo el diseño juega un papel clave en el bienestar de la salud mental. Desde que comenzasteis a trabajar en el proyecto hace cuatro años y tras la situación que ha provocado la pandemia con los confinamientos y el auge del teletrabajo, cuyas consecuencias han alterado la relación con la vivienda, ¿cómo ha afectado a vuestra idea original?
R: Hace un par de años llevamos a cabo una serie de talleres en los que le pedíamos a los participantes que imaginaran cómo sería su vida en Marte, lejos de sus amigos y su familia y sin poder salir al exterior. En 2018 sólo unas pocas personas habían experimentado esto, militares o gente que había participado en largas travesías en barcos. Hoy, sin embargo, de repente todos lo hemos experimentado así que no nos resulta difícil imaginarlo. Nos ha hecho a todos más conscientes de la importancia de la comunidad y de las necesidades del diseño de las casas. En general hoy pensamos más en la forma en la que valoramos nuestras vidas en casa y con la comunidad.
Este proyecto se dirige a crear una conversación sobre cómo queremos vivir. Los confinamientos y la pandemia han sido muy duros para todos, por eso cuando construyamos la casa en 2022 esperamos poder mirar atrás y sentir que estamos más informados y preparados para imaginar el futuro en el que queremos vivir.
P: En el blog del proyecto describís cómo “en Marte, cada miembro de una comunidad de cien personas es responsable de generar una hora diaria de energía mediante su actividad. Además, cada persona se hace cargo del consumo de energía de su propia casa, así que si se quiere mantener la luz encendida después de la puesta de sol, o invitar amigos a casa y poner música, se pueden utilizar máquinas generadoras de energía extra mediante el movimiento humano”. Con esta premisa, ¿estáis imaginando un futuro idílico o tratáis de concienciar sobre la importancia de cómo estamos agotando los recursos de la Tierra?
R: El blog solo plantea opciones, no respuestas definitivas. Planteamos versiones del futuro que no son las que esperamos. Más allá del futuro automatizado hacia el que parece que nos dirigimos, en el que todo sucede pulsando un botón y nos distancia de nuestra conciencia del gasto energético, queríamos abrir una conversación sobre diferentes visiones. Y esa es una de ellas. Lo más importante es que son optimistas. A menudo las predicciones que tenemos del futuro son apocalípticas y la única forma en la que podemos evitarlas es crear un cambio y trabajar dirigiéndonos a imaginar cómo queremos que sea la realidad en la que viviremos.
P: Una de las cosas que más os interesaban al poner en marcha el proyecto era hacerlo multidisciplinar y colaborativo. ¿Cómo habéis conseguido involucrar a tanta gente de ámbitos distintos y darles voz?
R: En el proyecto han participado desde niños a jubilados, familias, estudiantes universitarios e intelectuales. A todos esos grupos les hicimos las mismas preguntas respecto a diseño y bienestar. Luego utilizamos esas conversaciones para trabajar junto a Hugh Broughton Architects y crear nuestro concepto de diseño. La vida del futuro no debería estar diseñada solo por la NASA. Para que una colonia humana en Marte tenga éxito en el futuro debe estar organizada en torno a nuestras experiencias y necesidades como comunidad. Esto pone en el centro de la conversación no solo los conocimientos de científicos e ingenieros sino las percepciones de la comunidad en general y los creativos. Involucrando a todos estos grupos sociales tratamos de averiguar quién determina nuestro imaginario colectivo del futuro. El proyecto es un ejemplo de codiseño dirigido públicamente que muestra cómo el diseño del futuro y del espacio no es solo cosa de expertos, sino algo en lo que todos podemos participar.
P: La idea es abrir esta conversación al público general con la exhibición de la casa en el museo M Shed de Bristol en 2022. ¿Qué esperáis de ello?
R: El proyecto se llama Construir una casa en Marte y es exactamente lo que estamos haciendo. No presentaremos una maqueta terminada de un ejemplo de casa marciana, sino que en vez de eso invitaremos al público a entrar y ayudarnos a construirla como una comunidad. Al hacer eso, podremos imaginar cómo funcionaría una comunidad con recursos. Arquitectura01·12·2020
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